miércoles, 5 de noviembre de 2008

Lo que ata, sujeta o limita la libertad

Antónimos: Contrarios. ¿Que tan contrarios se puede ser con tantas cosas que nos unen? Dejando de lado las cosas banales, nos une un pesado sentimiento de odio mutuo que se esconde en la composición química de las lágrimas que derramamos en consecuencia de nuestro antónimo.

Mi antónimo odiado que en algún momento fuiste mi sinónimo querido;

Las cosas que nos unían se complotaron tan perfectamente para convertirse en distancia, como programadas por esas gigantescas computadoras descorazonadas. Queda un poco de similitud tal vez en nuestra expresión cuando respectivos nombres surcan el aire, quizás un reflejo, un impulso, un sentimiento fosilisado disuelta en apariencias.

Me despido por que no podía obviarte, me despedí ya de mis amistades, y si he de dejarlas a ellas he de dejar también a mis enemigos.

¿Llegamos a ser enemigos? Uno debería odiar a su antónimo, o quererlo hasta tal punto de encontrar el lugar justo en donde encaja y que el alba nos encuentre dormidos, idénticamente diferentes, quizás resulta la ecuación.



De hace tantos meses, lugares, tiempos, fotos, besos, cristales rotos,cuentos.

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