Una fuerte oleada sin piedad que desata una reacción en cadena
Un efecto dominó,
Las minuciosamente pulidas piezas de hueso se dejan caer una encima de la otra por el impulso, por la inercia y por otro tipo de fuerzas físicas totalmente ajenas al cóctel de actos irracionales que desata.
En ese momento la ósea cerca de mi inocencia se desmorona. Alrededor solo hay un laberinto sin paredes, saturado de almas sordas de verborragia ajena.
Sobre la lluvia danza un violín de lata del que solo me llegan las últimas notas, me invitan a lo oscuro, a retorcer el camino, a gritar la asquerosa alegría que se impregna en la piel, entremezclada con el humo de un cigarro barato que se consume. Siento el crepitar de las llamas incendiando poco a poco el fino papel.
Que más da,
Solo son un par más de abrazos prefabricados,
Que más da solo es un poco más de piedad de bazar envuelta en lujoso papel de regalo.
De un espejo escapan kilos de vulgaridad; metros de reflejos que comienzan un largo monologo de interlocutores en el que se desdoblan, despliegan deslucen y hacen flamear los pábulos que sacaron de su maletín, esbozan sonrisas impersonales. Y Fingen, y argumentan y respaldan motivos inexistentes y se convencen de que la culpa es intangible, de que se puede empaquetar en una caja de veinte por cuarenta centímetros y dejarla en el suelo sin destinatario ni remitente, mientras la melodía de un tic tac lacerante nos amordaza.
En el cielo comienza a aparecer la paleta crepuscular. Con un impresionante desfile de pigmentos de fondo huelo a la desesperación que ruega por un descanso. Ya es inútil luchar. La masa ya fraguó. El laberinto tiene forma de mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario