domingo, 21 de junio de 2009

Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.
(«Vuelo sin orillas»)

Oliverio Girondo

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