martes, 6 de abril de 2010

Aunque habrìa que atravesar napas, cruzar rìos, abrirse paso etre arenas movedizas y trabados cristales para despertar en ella el lento, el acechante animal lujurioso. Pero èl conocìa el secreto, los rèconditos acordes de ese cuerpo, èl sabìa desarmar las tramas que sabiamente iba urdiendo la sacerdotiza.



Liliana Heker

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