domingo, 27 de julio de 2008


Nadie supo que decir, y el silencio reino, nadie tenia la valentía como para producir sonido, las palabras en ese momento solo servían para manosear más un manojo de sentimientos tan escrito, tan hablado, tan guardado y desarraigado que ya no eran sentimientos. Sino costumbres, la costumbre de vernos tan iguales con los mismos ojos y las mismas miradas, sentados en los mismos sillones que nos encuentran desde hace tantos años. Solo por repetir el ritual que en este momento ni siquiera nos acerca a unos a los otros sonreímos, en desorden los tres tomamos cortos sorbos de café.Tal vez lo que más me molestaba de esa visión gris era la luz incandescente y el polvo tan representativo de ese estar. Tal vez lo que más me molestaba era estar tan acostumbrada, y podría decir a ciencia cierta que era lo mismo que provocaba en mis otros dos interlocutores que ahora se aislaban completamente del medio ambiente para sambullirse en sus pensamientos, a las molestias, me incomodaba que no nos gritemos; que no nos peleemos y expongamos al fin aunque sea como ultimo recurso a los gritos todo lo que nos producia ese resquemor interno como en verdad sería lo preciso para personas con tan poco en común, nada, solamente las miradas, y las lágrimas no derramadas por fuera sino más bien en un luto interno.

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